siempre he tenido una tendencia irresistible a salirme de la norma. A no seguir la cola. A buscar algo diferente.
no me gusta la navidad. No siempre ha sido así, lo confieso, aunque tampoco puedo decir que me haya atraído nunca. Odio esa sensación de tener que hacer lo mismo que las demás personas, la odio hasta cuando lo que se hace es de mi agrado… cuánto más cuando no se trata de mi elección. Creo que siempre es buen momento para disfrutar de las personas que queremos (de hecho, de eso se trata, de disfrutarlas todo lo que sea posible) y que los regalos es maravilloso hacerlos y recibirlos cuando hay algo que deseamos muchísimo o nos enteramos de repente de qué les hace ilusión a nuestros seres queridos. Hay días especiales para cada una de las personas que amamos, días que recordamos haber compartido de forma especial con ellas y que quizá se merecen un detalle más que cualquier fecha de navidad o cualquier festividad de reyes magos.
no obstante, la navidad, ahora, para mí, significa vacaciones -aunque cortas-. Carretera. Muchas horas de viaje escuchando música, risas y peleas infantiles, viendo pasar tierra y paisajes que forman parte de todas mis navidades de los últimos -ya bastantes- años. Días enteros para vivir junto a las personas más importantes de mi vida. Frío y sol, sentir que estoy en mi tierra. Volver a las calles de una gran parte de mi vida, a la gente y a las casas de mi familia. Abrazos, reencuentros, nuevos recuerdos que se quedarán también para siempre, en mí y en ellos y ellas.
así que cada navidad, suspiro de pereza y sonrío ante la perspectiva que me aguarda. Yo no celebro el nacimiento de nadie, ni la venida de ningún personaje imaginario. Procuro experimentar y transmitir la trascendencia de esta otra forma de vivir ese tiempo, escapando de compras interminables y absurdas o modas que no comprendo ni acepto. Desterrando para siempre creencias que limitan, que imponen y que no dejan ver con claridad y libertad.
simplemente, disfruto con la presencia y con el tiempo que me vienen dados, por seguir la cola y ajustarme a la norma. Presencia y tiempo. No se compran, no se pueden aplazar, ni recuperar. Se aprovechan, o se esfuman sin que hayamos dado cuenta de ellos.
presencia. Tiempo. Los únicos regalos.