Skip to content

crecer

01/03/2017

“moverse es vida”  se ha convertido en su lema, su mantra, su máxima. El movimiento lo ocupa todo, si se para a pensar un momento, lo ha ocupado todo a lo largo de su trayectoria. Siempre la ha inspirado y motivado, ha guiado sus pasos en el trabajo, en el ocio, ha sido su universo.

ha empezado varias veces, en distintos lugares. Cada casa ha sido como un re-inicio y siempre ha pensado -o ha procurado pensar- que cada comienzo era desde cero. Y en cada ocasión ha logrado armar una vida, con un entorno familiar, un contexto rico en vivencias, un trabajo (o varios) y múltiples razones para considerarse afortunada y quedarse.

algunas de esas experiencias se han terminado cuando ha ocurrido algo doloroso, que la ha sacudido y obligado a replantearse ciertos componentes de esos entornos y esos trasfondos. Quizá tanto, que su resumen fue cerrar, borrar, irse. Llegar a este punto nunca fue sencillo, aunque lo parezca escrito aquí; ya tenía raíces, pero eran jóvenes aún, pequeñas, débiles y no es tan complicado arrancarlas y transplantarlas, aun cuando un pedazo siempre se queda en la tierra original y ésta siempre deja fragmentos que van con ella a todas partes.

y a pesar de su firme convicción y su imperativo de movimiento, casi siempre ha dudado si habría hecho mejor permaneciendo, si se ha perdido algo por haberse marchado. Ha pensado en ocasiones en eso que se quedó atrás y en lo que lleva con ella, de cada experiencia, preguntándose qué habría ocurrido.

así que ¿es mejor empezar otra vez o seguir en algún sitio? ¿de verdad se empieza desde cero? ¿crecer consiste en permanecer, o sea como sea, se continúa creciendo? quizá nos hemos hecho estas preguntas alguna vez.

por una parte, crecer tiene que ver con quedarse. Comenzar constantemente, dificulta evolucionar. Cuando comenzamos, siempre se da un período de espera, de contemplación, de embriaguez e inacción o de acciones sin profundidad, sin excesivo compromiso.
cuando empezamos, siempre existe mucho margen de error, que va estrechándose a medida que los nuevos límites y caracteres van mostrándose, marcándose, cobrando identidad. Nos permitimos ir más despacio, relativizamos más.
al principio las relaciones son más fáciles, sólo se van complicando a medida que profundizamos, que rascamos, que vemos y dejamos ver más allá de lo que mostramos sin pudor. Cuando se van sumando experiencias, decepciones, oportunidades, fallos y también confianza, amor, intercambio, enriquecimiento… se van elaborando equilibrios y construyendo redes más o menos consistentes, más o menos sólidas.
al cabo de un tiempo, vamos sabiendo dónde estamos, a quiénes tenemos a nuestro alrededor y nos sostienen (o no) y si puede merecer la pena continuar, quedarse ahí.

cuando decidimos permanecer, tenemos muchas luchas que librar:
contra el lado negativo de la rutina, que amenaza constantemente con restar valor a lo que hacemos; trabajos en los que hay que repetir muchas veces los mismos procedimientos, en los que hay que escuchar opiniones muy alejadas de la nuestra, en los que hay que obedecer instrucciones a pesar de nuestro desacuerdo.
contra la persistencia en algunos vínculos que ya no nos aportan nada, o que no nos interesan, o que reconocemos como dañinos. Que nos resulta muy complicado afrontar y deshacer, reconocer nuestros errores y mostrar lo que no nos gusta, romper, alejarnos.
contra hábitos que nos llegan a pesar, que sabemos que no nos aportan bienestar, que adquirimos por alguna o varias razones, pero que en algún momento vemos que es hora de abandonar, porque esas razones han desaparecido o simplemente ya no tienen la misma trascendencia.
contra recuerdos que nos angustian y nos tironean para que abandonemos y no insistamos, que quizá nos hablan de fracasos y nos infunden miedo en esta nueva aventura que ya tiene un cuerpo y una esencia firmes, que ya nos hace notar sus raíces, pequeñas y débiles, pero capaces de sostener y nutrir.

también puede que tengamos muchos elementos de sujeción; muchas luces, muchas piezas ya en un puzzle que nos parece bonito, atractivo, prometedor. Personas que son redes y trampolines y que llenan nuestra vida y la completan. Ocupaciones y actividades que no son perfectas, pero que nos permiten realizarnos y sentirnos útiles y que compensan. Sitios a los que volver continuamente, creando historias y recuerdos y que nos ligan, que fortalecen nuestras pequeñas raíces para que cada vez nos vinculen más con todo eso.

cuando nos quedamos, tenemos las oportunidades -y las necesidades- de crecimiento, de aprender a lidiar con todas las dificultades, a rechazar lo perjudicial y a organizar lo caótico. De poder elaborar duelos y cerrar etapas y finalizar contactos. De descubrir facetas nuevas en nuestro interior y en las personas y lugares familiares. Desarrollar todo lo que hemos iniciado y gozar con cada parte del proceso y a abrir nuevas posibilidades, proyectos y trayectos.

y aun así, con todos estos bagajes, en ocasiones sentimos la urgencia de irnos. Puede que de repente, o a lo largo de un recorrido, nos atraiga otro lugar. Puede que el peso de todas las batallas actuales nos convenzan de otro comienzo. Puede que la continuidad de nuestro proyecto requiera una mudanza o un incidente nos obligue a un cambio.
¿cómo podemos saber si esa marcha -que en cualquier caso nuestro interior nos requiere- va a favorecer nuestro crecimiento?
es útil tener en cuenta que, hagamos lo que hagamos, no interrumpimos nuestro ritmo necesariamente y cualquier acontecimiento puede impulsarnos. Recordemos que siempre quedan huellas en nosotros y las nuestras perdurarán donde hemos estado. Sí puede ser significativo examinar por qué queremos marcharnos, qué está ocurriendo, de qué necesitamos apartarnos y si es conveniente llevar a cabo antes alguna actividad: finalizar un trabajo, reconciliarnos con alguna persona, terminar una relación, vaciar una casa, despedirnos…  Cerrar el círculo antes de abrir una nueva puerta o asomarnos a otra ventana, contribuirá a que completemos aprendizajes y tengamos una más adecuada preparación para lo nuevo. Huir puede parecer romántico o aparecer como una salida, o la solución, pero es importante reconocer que estamos huyendo y por qué; sobre todo porque en algún momento habrá que revisar esa decisión e indagar qué es preciso tomar en consideración de lo que rodeó a la huida, bien por requerimiento nuestro, bien porque reaparezcan sombras a nuestro alrededor, relacionadas con ella.

el crecimiento requiere movimiento, pausa y sobre todo, consciencia. Crecer suele ser inevitable; tomar las riendas participando y decidiendo, puede ser además, una apasionante aventura.