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cerebros, madres, estudios

11/01/2017

estudio-cambios-cerebro-embarazadas

*la imagen pertenece al estudio analizado

nuestro cerebro es un órgano tremendamente plástico, que cambia en diversos momentos de la vida y ante distintos acontecimientos, como han demostrado innumerables observaciones. El ser humano se adapta, por medio de múltiples mecanismos, al transcurso de su existencia y de forma más general, a la evolución colectiva. Se trata de hechos conocidos.

hace un mes, más o menos, trascendió éste, de los tantos estudios publicados en la revista científica Nature, justificadamente por ser el primero que se centra en los fenómenos cerebrales ligados al embarazo. Demostrando que durante el mismo se producen cambios sustanciales en las estructuras cerebrales, principalmente en aquellas que más tarde estarán implicadas en aspectos relacionales con la criatura y trascendentales en las construcciones del vínculo y el apego.

me ha resultado especialmente significativo el tratamiento que la prensa generalista le ha dado a este descubrimiento. En todas las noticias se ha remarcado, explícita o implícitamente, la asociación entre lo encontrado en el estudio y el rol de cuidadora de la mujer. Apenas se ha comentado mucho más, a pesar de lo rico que es el estudio, tanto en la hipótesis, como en el diseño, como en la discusión final.

el hallazgo en sí no es más -ni menos- que eso, un hallazgo. Es importante por varias razones, a mi entender:

  • marca un hito en cuanto a la investigación alrededor de la neurobiología de la maternidad,
  • preconiza la necesidad de reconocer la enorme importancia que para las personas tiene el neurodesarrollo temprano
  • y pone bases para conceder el peso correspondiente a la forma de criarnos y relacionarnos con el mundo.

así, en mi opinión y mucho más allá de las diferencias de sexo (en el estudio, no se encontraron cambios en los cerebros de los padres -compañeros, creo decisivo subrayarlo- en los mismos períodos) o biológicas (sólo se encontraron cambios en las mujeres embarazadas, frente a otras que no lo estaban), este trabajo debería constituir un punto de asociación con todas las investigaciones en torno a la teoría del apego y una contribución al avance en el conocimiento de qué significa para el desarrollo de la persona. Como es posible constatar en la evolución de la teoría, podemos trascender esa perspectiva inicial monotrópica en torno a la madre (o a una exclusiva figura de referencia), a favor de figuras (incluso varias) sólidas, estables y capaces de proporcionar atención, cuidados y modelos adecuados a las criaturas, independientemente de su sexo (y de la biología).

me parece imprescindible indicar algunas de las líneas para continuar la investigación que, a mi juicio, marca ya la propia hipótesis – aunque también se evidencia en el desarrollo de los experimentos y en los resultados-; como diseñar las condiciones experimentales pertinentes para observar detalladamente otros cerebros: los de hombres que se van a convertir en padres sin figura materna, los de madres no gestantes -parejas de las embarazadas-, o los de madres que lo van a ser por adopción. Resulta apasionante la pregunta de si los cambios cerebrales responden exclusivamente a fenómenos biológicos o fisiológicos, o pueden tener que ver -también- con el hecho de saberse figura referencial, responsable -no compañera-. También sería necesario explorar la relación de los cambios -o la falta de ellos- en todos los sujetos, con la calidad del apego y la ausencia de hostilidad en los primeros meses, variables incluidas dentro de este reciente trabajo. Creo interesante acentuar estas diversidades; en realidad, desde mi punto de vista, es lo más interesante.

respecto a todo ello, ya el propio estudio indica dos aspectos muy a tener en cuenta: la muestra es pequeña y sesgada (se trata de muy pocas mujeres con nivel educativo alto y de entornos culturales similares) y existen diferencias individuales en los niveles de reducción de la materia gris en las áreas implicadas -diferencias que además sirven para distinguir el comportamiento posterior con las criaturas- Así, el estudio muestra respuestas menos consistentes (existe peor calidad de apego y mayor hostilidad hacia la criatura) cuanto menos han cambiado las estructuras en cuestión- ¿qué significa esto? que no todas las madres registraron las mismas variaciones en sus cerebros y que hubo algunas en las que se observaron cambios menos significativos y que no estaban tan atentas, no respondían tan adecuadamente, o incluso eran más hostiles con sus bebés; este último dato apunta a que los cambios puedan estar modulados por otros factores, que ayudarían a explicar esas divergencias entre individuos. Asimismo, en la discusión se concluye que, sin menospreciar la gran envergadura de lo descubierto, los factores que contribuyen a los cambios neuroanatómicos observados, no pueden determinarse de forma concluyente. O lo que es lo mismo, no puede declararse de forma inapelable que los cambios cerebrales se deban exclusivamente al embarazo (biológica, fisiológicamente hablando).

teniendo en cuenta todo esto, es razonable pensar que las investigaciones y los avances en el conocimiento de cómo influye la forma en que cuidamos de las criaturas por nacer, recién nacidas o muy pequeñas, deberían guiarse por la trascendencia de la naturaleza de esos cuidados, más allá de la figura que los realice. Y considero que debe ser así de cara a la construcción de una sociedad que cuide ENTERA y por igual. Indudablemente, el ser humano es animal y mamífero, pero también tiene una racionalidad y una capacidad para la construcción cultural que ya ha superado esa naturaleza, ampliándola. Continuar reduciendo los descubrimientos en torno a la repercusión de cómo nos criamos, a si deben cuidarnos las madres, o los padres u otras figuras también pueden ser competentes, es simplista y refleja una intencionalidad que hasta podría tenerse por política. Sigue confinando a la mujer al cuidado, ya no sólo refrendándolo a través de la cultura, sino incluso científicamente. Todo ello sin entrar en el debate paralelo, tan necesario, del valor real de los cuidados, tanto en la esfera personal, como en la política, en la económica y en la social.

una sociedad avanzada es una sociedad que cuida. En su totalidad. Es fundamental, para cuidarnos y para continuar evolucionando, que nuestra comunidad científica sea contemplada y escuchada y que sus logros no sean manipulados, sino aprovechados para el progreso auténtico. Es fundamental que abramos la visión y comprendamos qué está detrás de la necesidad de cuidar de la infancia. Es fundamental que se respalde y se luche por una auténtica independencia, en todos los sentidos, de hombres y mujeres. Y todas las personas jugamos en ello un papel. Pequeño o grande, esencial.