control de esfínteres, control de la infancia

cuantas más familias pasan por mi espacio y por mi vida, más profunda se hace mi reflexión en cuanto a la forma en que se aborda el control de esfínteres desde las escuelas infantiles. Considero que no sólo estamos cometiendo un grave error: en muchos casos estamos creando problemas, complejos, de varias dimensiones y difíciles de detectar y abarcar en un futuro.

el control de esfínteres es una función fisiológica, mediada por la maduración. En general, cualquier información basada en la evidencia que consultemos indicará que para ser capaz de controlar los esfínteres debe poder controlarse la musculatura relacionada, lo que implica un grado adecuado de consciencia, así como de desarrollo neurológico de las estructuras responsables de todo el proceso. Incluso podemos leer, o escuchar, que este crecimiento se completa entre los dos y los cuatro años (lo que significa realmente que comienza sobre los dos años -no necesariamente a los dos años- y la mayoría de las criaturas son lo suficientemente maduras para controlar los esfínteres alrededor de los cuatro años).

lo que se impone, sin embargo, es que todas las criaturas que se incorporen a la escuela infantil, deben controlar esfínteres. No se permiten excepciones, no se contempla la naturaleza de esas niñas y esos niños que comienzan por primera vez a ir al colegio. A lo sumo, se hace la vista gorda un par de meses, si a algunos progenitores les da por seguir poniendo pañales a sus retoños, ante la desoladora perspectiva de ir una o dos veces durante la mañana a cambiarles de ropa. En algunos casos, incluso se argumentan retrasos madurativos, se hace hincapié en la anormalidad que conlleva el hecho de que un niño, o una niña, no sepan aún cuándo tienen ganas de ir al baño. Anormalidad que no es tal, recordemos. No es anormal que las criaturas con tres años no controlen, o no controlen adecuadamente, sus esfínteres. De hecho, no sólo no es anormal, sino que es completamente normal.

la realidad de la que estamos hablando es que cuando comienzan el período escolar, hay criaturas que aún no han completado su tercer año de vida. Hay criaturas que nunca se han separado de su madre, su padre o una figura cercana de cuidado. Hay criaturas que hablan perfectamente y otras que apenas articulan frases de dos palabras. En resumen, todas se hallan en un período significativo de sus vidas, en el que se están produciendo numerosos cambios, aprendizajes, algunos espontáneos, otros forzados, algunos bien recibidos, otros que cuestan mucho esfuerzo.

en esta tesitura, se les obliga a despojarse de un elemento de seguridad, como puede ser su pañal o su braguita de aprendizaje; los denomino como elementos de seguridad porque sin ellos, las niñas y los niños están a la intemperie de sus necesidades fisiológicas: si no se dan cuenta, o si no son capaces de manifestar su premura por ir al baño, se mojarán y/o ensuciarán, en ese entorno completamente desconocido y puede que aún hostil, con un montón de personas que no han visto nunca, sin un apego sólidamente construido aún en torno a su maestra o maestro. Y no sólo experimentarán esta exposición, sino también la vergüenza al ver cómo se les señala, la recriminación o al menos el recordatorio de que “han hecho mal”, el desamparo de esperar con la ropa mojada o sucia a quien pueda cambiarles… Con todo, todo lo que eso va a operar sobre su percepción del colegio, sobre su autoconcepto y con la repercusión sobre la composición del mundo y de las relaciones que están creando.

se trata de una época que pasa, pasa rápidamente y a menudo las personas adultas no somos ni siquiera conscientes de lo que ha ocurrido, porque es un punto muy concreto en la biografía de nuestras hijas y nuestros hijos. Pero para ellas y ellos, que están construyendo su personalidad, su autoestima, su forma de ver y relacionarse con el mundo y las demás personas, no es un punto insignificante. Puede suponer, cuando menos, memorias verbales y no verbales grabadas en su interior y en los peores casos, la necesidad de hacer un trabajo posterior para volver a conectar con sus cuerpos y adquirir una verdadera consciencia y un verdadero control de sus esfínteres, ya que se han habituado a que ese control se haga externamente (otras personas les llevan al baño) y de forma artificial (con un horario pautado y no a expensas de sus sensaciones y su capacidad para esperar a llegar al baño).

y yo me pregunto, ¿se ha contemplado este asunto desde esa perspectiva, la de una criatura y lo que experimenta en esas situaciones? ¿se tiene en cuenta la evidencia científica y el hecho de que una criatura de tres años es una persona, que merece respeto, empatía y dignidad? ¿podría tratarse el control de esfínteres de una manera mucho más respetuosa, consciente, lógica, amable? ¿cómo pensar que no? a menudo cuando conozco historias de criaturas en estas situaciones, me pregunto, ¿por qué se ha establecido así esta norma? ¿a quién puede beneficiar, o incluso dejar de perjudicar? me gustaría entablar un diálogo cordial con alguna figura docente, que me desvele aspectos que yo no he contemplado, o que se haga a su vez estas preguntas. Y ante todo, anhelaría poder encontrar respuestas. O fabricarlas.

Rosario Esplá Espejo

soy psicóloga habilitada como profesional sanitaria y trabajo como terapeuta en Avilés desde hace doce años. Mi objetivo esencial es el enfoque en la persona, el trabajo desde las preguntas y la reafirmación personal.

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